LA SENDA TRENZADA

Dicen que Alcarria y Serranía se levantaron a mano, con los dedos de Dios curtidos por el frío y la esperanza. Que antes de que llegaran las carreteras, ya existían caminos invisibles, marcados por pasos de barro y haces de mimbre al hombro.

Por esa trocha anduvieron generaciones que departían en silencio con la tierra, que sabían cuándo cortar la vara, cuándo mojarla, cuándo dejar que el sol la ablandara. Sus casas olían a río, a humo lento y a cestería recién nacida.

Una zagala de ciudad encontró una libreta antigua en el desván de su abuelo. Contenía dibujos de manos trenzando, rostros sin nombre, palabras como "trabaque" y "corteza", y una línea roja cruzando las montañas. Percibió que el cuadernillo hablaba y siguió ese hilo como si tirara de la memoria misma.

Allí estaban las voces que escuchaba. En la curva de una calle empedrada. En el banco de piedra bajo el nogal. En las uñas negras de una anciana que tejía y tejía…

No buscaba leyendas, pero las encontró y entendió que algunas sobreviven porque fueron trenzadas como el mimbre: con firmeza, agua y tiempo… Y a ello se entregó.

Y cuando se marchó, dejó en el umbral de casa, una pequeña cesta. No era perfecta, pero tenía algo eterno: la forma exacta de lo hecho con amor e imborrables recuerdos.

Costampla 

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