A Beteta por Vadillos,
remontando al joven Guadiela,
a la diestra el Solan de Cabras,
Chincha y Tragavivos a la izquierda.
Me allego al arco de piedra,
antesala de la belleza sublime,
y al pasar bajo su manto,
saborea el alma el delicioso néctar
de la natura perfecta,
maestra escultora de la colosal obra,
genial pintora de cromas imposibles,
creadora y madre, regalando al caminante,
aromas indescriptibles, sonidos quiméricos,
ángulos de ilimitada fantasía,
donde dar descanso al espíritu
y rienda suelta a imaginación y sueños.
Reparo en una morada excavada en la piedra
con ventanales por los que asomarse al abismo,
hogar que fue de gente buena, techo a golpe de pico y hacha,
que levantó el “Tío Paulino”,
refugio del peregrino,
que en su marcha por la sierra,
allá agua bebe y sus pies descansa.
“Casa de la Toba”, así apunta tu leyenda,
en Ruta de Don Quijote,
hacia las cumbres perfectas.
Avanzo por el sendero
y en tanto mis pies baten firmes
siento que mi alma vuela,
entre avellanos y tilos,
sobre pinares y acebos,
álamos, tejos y espliego,
gracia trepando a un cielo,
que de azur, embelesado observa.
de las que torrentes brotan,
cataratas entre grietas,
saltan al vacío eufóricas, bulliciosas,
vertiendo el vital líquido,
hacia una tierra gozosa,
que risueña lo espera.
Surge también agua fresca,
de la Cueva de la Ramera,
sima de antepasados cobijo,
donde estalactitas y estalagmitas,
decoran en lo exquisito,
salas de divinidad excelsa,
muy cerca del Armentero,
otra gruta de misterio,
donde zagales pastores,
dan resguardo a las ovejas.
pues he llegado a Los Tilos,
y allá en la verde explanada,
sobre el suelo he descansado,
y con los ojos cerrados y los oídos muy vivos,
me he deleitado en el ritmo,
de los sonidos del río,
sacros acordes fluviales,
a buen seguro nacidos,
del arpa de lo divino,
que resuenan inmortales,
únicos e infinitos.
Queda cerca mi destino,
pues llegan aromas de leña
ardiendo en silente fuego,
mas me doy cuenta que yerro,
que aun no alcancé la meta,
que se trata de paisanos,
que hacen día de fiesta,
y en la Casa de la Pradera,
muy cerca de la ribera,
guisan la caldereta.
He dejado atrás la Hoz,
quedaron a la zaga las piedras,
me adentro por la fértil vega,
teñida de singular bermejo,
mimbres copando el suelo,
de una tierra labrada,
con gran voluntad y esfuerzo,
por personas abnegadas,
que en sus manos castigadas,
portan firma para el cielo.
Por fin alcancé mi meta,
veo en lo alto el castillo,
que en sus muros derruidos,
carga con siglos de historia.
¿Qué te hicieron Rochafría?,
No mereciste suplicio…
¿Fue por rencor de tu gloria?
Mi sueño ya se ha cumplido,
a la villa llegué ya,
cada esquina de sus calles,
me hace sentir especial,
afortunado viajero,
que lleva inscrita en su sangre,
la esencia de este lugar,
en virtuales murallas envuelto
por donde no pasa el tiempo,
albergando en sus rincones,
el rudo olor medieval,
simbolizado en su iglesia,
que alberga a la más bella rosa,
María, Flor de la Serranía,
que la erige, catedral.
José Carlos López Martín (Costampla)
31 de marzo de 2013