OJOS ALTOS DEL SILENCIO (Al Castillo de Rochafría)

Desde la cumbre donde el viento es oración, vigilan unos ojos sin pestañear, tan altos que no miran, contemplan. Son luz quieta entre nubes errantes, eco sin voz en la inmensidad.

Custodian el límite donde sueña el día, el confín donde el futuro aún respira bruma, y el horizonte, tímido, se despereza bajo su mirada de piedra y paz.

No esperan. No duelen. No duermen. Solo están, como el tiempo que observa sin juicio, como el silencio que arropa sin apretar.

Rochafría, nombre de piedra antigua, se alza entre pinos como sombra fiel, vigía de guerras ya olvidadas, centinela de los días que se fueron.

Sus muros no gritan, pero recuerdan. Sus almenas no apuntan, pero custodian. El castillo ve pasar siglos en silencio, como un dios menor sin templo ni altar.

Beteta sueña bajo su amparo invisible, envuelta en leyendas y susurros de niebla. El viento le canta coplas en secreto, y él responde con su eterno callar.

Desde allí, los ojos altos del silencio vigilan el mundo sin dejarse ver, guardianes de un rincón donde el alma encuentra reposo en la piedra y el ayer.

Costampla

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