A Merce

Hoy el cielo ha ganado una estrella, pero la tierra ha perdido una sonrisa que jamás se apagaba.  Merce, hija de los bosques, nacida entre los susurros de los pinos de la serranía, ha partido demasiado pronto, dejando tras de sí un rastro de ternura, coraje y dignidad que ni el tiempo podrá borrar.

Tu vida, Merce, fue un canto de servicio silencioso. En la residencia tutelada de mayores, fuiste faro para quienes ya caminaban despacio, consuelo para las almas cansadas, y abrigo para los corazones que temblaban.  Nunca te faltó la alegría, ni siquiera cuando la vida te golpeó con la rudeza de quien no sabe a quién se enfrenta.  Tú, con tu sonrisa invencible, convertías cada herida en una flor, cada lágrima en un gesto de amor.

Hija del monte, llevabas en la sangre el respeto por lo esencial, por lo que no se ve pero sostiene: las raíces, la tierra, el silencio del amanecer.  Tus descendientes, pequeños soles que orbitaban tu corazón, heredarán tu dulzura, tu fuerza, y ese modo tan tuyo de mirar la vida con esperanza, incluso cuando el horizonte se nublaba.

Hoy lloramos tu ausencia, pero también celebramos tu existencia.  Porque vivir como tú viviste —con entrega, con alegría, con una generosidad que no pedía nada a cambio— es dejar una huella imborrable en quienes tuvimos la fortuna de conocerte.

Que el viento de Beteta lleve nuestro suspiro hasta donde estés. Que los árboles que te vieron crecer susurren tu nombre cada primavera. Y que tu memoria sea semilla de bondad en todos los que te amaron.

Descansa, Merce, en la paz que mereces. Aquí, en este rincón del mundo que tanto cuidaste, tu luz sigue viva.

Con eterna admiración, para quien llevo en el alma


+Merce. 02/09/2025

Costampla


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